15 febrero, 2016 18:00



El Rosario a Milagro. Por Julio Fernandez Baraibar

Otra impecable editorial a las que nos tiene acostumbrado este pensador.

A ver. El Papa Francisco ha dicho ante centenares de dirigentes de los movimientos sociales en el Encuentro de Santa Cruz de la Sierra, el 9 de Julio del año pasado, cosas como estas:-«Las famosas tres T”: tierra, techo y trabajo para todos nuestros hermanos y hermanas. Lo dije y lo repito: son derechos sagrados. Vale la pena, vale la pena luchar por ellos. Que el clamor de los excluidos se escuche en América Latina y en toda la tierra».

– «¿Reconocemos que las cosas no andan bien en un mundo donde hay tantos campesinos sin tierra, tantas familias sin techo, tantos trabajadores sin derechos, tantas personas heridas en su dignidad?»

– «¿Qué puedo hacer yo, cartonero, catadora, pepenador, recicladora frente a tantos problemas si apenas gano para comer? ¿Qué puedo hacer yo artesano, vendedor ambulante, transportista, trabajador excluido si ni siquiera tengo derechos laborales? ¿Qué puedo hacer yo, campesina, indígena, pescador que apenas puedo resistir el avasallamiento de las grandes corporaciones? ¿Qué puedo hacer yo desde mi villa, mi chabola, mi población, mi rancherío cuando soy diariamente discriminado y marginado? ¿Qué puede hacer ese estudiante, ese joven, ese militante, ese misionero que patea las barriadas y los parajes con el corazón lleno de sueños pero casi sin ninguna solución para sus problemas?”
Pueden hacer mucho. Pueden hacer mucho. Ustedes, los más humildes, los explotados, los pobres y excluidos, pueden y hacen mucho. Me atrevo a decirles que el futuro de la humanidad está, en gran medida, en sus manos, en su capacidad de organizarse y promover alternativas creativas, en la búsqueda cotidiana de «las tres T» ¿De acuerdo? (trabajo, techo, tierra) y también, en su participación protagónica en los grandes procesos de cambio, Cambios nacionales, cambios regionales y cambios mundiales. ¡No se achiquen!»

– «Los he visto trabajar incansablemente por la tierra y la agricultura campesina, por sus territorios y comunidades, por la dignificación de la economía popular, por la integración urbana de sus villas, por la autoconstrucción de viviendas y el desarrollo de infraestructura barrial, y en tantas actividades comunitarias que tienden a la reafirmación de algo tan elemental e innegablemente necesario como el derecho a «las tres T»: tierra, techo y trabajo».

– «He conocido de cerca distintas experiencias donde los trabajadores unidos en cooperativas y otras formas de organización comunitaria lograron crear trabajo donde sólo había sobras de la economía idolátrica y vi que algunos están aquí. Las empresas recuperadas, las ferias francas y las cooperativas de cartoneros son ejemplos de esa economía popular que surge de la exclusión y, de a poquito, con esfuerzo y paciencia, adopta formas solidarias que la dignifican. ¡Y qué distinto es eso a que los descartados por el mercado formal sean explotados como esclavos!»

– «En otras ocasiones, bajo el noble ropaje de la lucha contra la corrupción, el narcotráfico o el terrorismo –graves males de nuestros tiempos que requieren una acción internacional coordinada– vemos que se impone a los Estados medidas que poco tienen que ver con la resolución de esas problemáticas y muchas veces empeora las cosas».

– «Del mismo modo, la concentración monopólica de los medios de comunicación social que pretende imponer pautas alienantes de consumo y cierta uniformidad cultural es otra de las formas que adopta el nuevo colonialismo. Es el colonialismo ideológico».

– «Para finalizar, quisiera decirles nuevamente: el futuro de la humanidad no está únicamente en manos de los grandes dirigentes, las grandes potencias y las élites. Está fundamentalmente en manos de los Pueblos; en su capacidad de organizar y también en sus manos que riegan con humildad y convicción este proceso de cambio. Los acompaño. Y cada uno Digamos juntos desde el corazón: ninguna familia sin vivienda, ningún campesino sin tierra, ningún trabajador sin derechos, ningún pueblo sin soberanía, ninguna persona sin dignidad, ningún niño sin infancia, ningún joven sin posibilidades, ningún anciano sin una venerable vejez».

¿Cuál sería la razón para sorprenderse o argumentar que el Papa no conoce Jujuy cuando decide enviar a Milagro Sala, rehén de los encomenderos jujeños, un rosario con su bendición?

Solamente una brutal y escandalosa hipocresía podría generar una fingida sorpresa ante un punto de vista, un juicio y una toma de posición papal que ha sido anunciada y difundida en cuanta oportunidad ha tenido. Cierto es que no ha sido el episcopado argentino, salvo honrosas excepciones como la de monseñor Jorge Lozano, el organismo que más se ha dedicado a hacer conocer a los católicos argentinos el pensamiento de Bergoglio. Más bien han sido algunos fervientes y honestos creyentes, los curas vinculados a la actividad social y algunos muy poco creyentes, como el autor de estas líneas, quienes hemos formado las primeras líneas de defensa de la prédica de Francisco.

Que un sinvergüenza millonario sobre la base de la confusión y manipulación de su pueblo, como Jorge Lanata, cuestione el derecho papal de intervenir apostólicamente en la realidad argentina, regalándole un inocente rosario a una perseguida, da la exacta medida de la calaña moral de los enemigos, ya no del Papa, sino de los pobres, de los excluídos de la Argentina.

He leído en estos días muchas señoras y algunos señores que han dado testimonio de una fe más basada en el derecho a tener mucama con cama adentro que en el amor a los pobres, a los hambrientos, a los desposeídos, que Francisco intenta expresar en textos como los que he citado.

Su religión les dice que en algún momento tendrán que dar cuentas a su Creador de esta fe farisaica. Nosotros, los que sin mucha fe en «el Cielo que me tienes prometido», venimos peleando por Tierra, Techo y Trabajo para nuestros compatriotas y «los pobres del mundo, los esclavos sin pan» no tenemos más que alegría para celebrar el mensaje de Francisco y el rosario de Milagro.

Buenos Aires, 15 de febrero de 2016