10 noviembre, 2020 22:30



“Nunca me quejé por lo que me pasó: es la forma de hacer la vida más liviana”, dijo la concordiense que enseña a luchar

Jésica Vailatti tenía 16 años en 1998 cuando un accidente la dejó al borde de la muerte. Hoy, con innumerables operaciones a cuesta y un sinfín de secuelas, es madre, lleva casi 20 años junto al amor de su vida y no teme contar su historia.

Su historia fue publicada por un medio nacional y tuvo amplia repercusión. En tiempos de COVID y tras un año difícil, muchos lectores de Diario Río Uruguay la internalizaron, afirmaron que les sirvió (mucho) y sumaron sus testimonios en las redes sociales.

“Si hago memoria, en mi niñez y en mi adolescencia, siempre me tomé la vida con humor”, señaló Jésica. Subrayando que “ahora más que nunca, con todo esto de la pandemia y lo que está pasando”.

En declaraciones radiales, la concordiense apuntó a que “muchas veces nos hacemos muchos problemas, mucho mambo, por cosas que comparadas con otras te das cuenta que son muy chiquititas, es un granito de arena en un desierto”.

Jésica reconoció que usó, en todo lo que le tocó pasar, “una frase del famoso escrito “Desiderata”, que dice “si te comparas con otros puedes volverte vanidoso y amargo, porque siempre habrá personas más pequeñas y más grande que tú”.

“Si uno sabe mirar alrededor va a ver gente que tiene situaciones muchísimo más jodidas que las que nos toca a vivir”, destacó.

Vivir para celebrar versus vivir para quejar (se)

“En mi caso, nunca me quejé de lo que pasó ni nunca me enojé con Dios”, reconoció la mujer. Agregando que “el que me ve, quizás no se da cuenta de las limitaciones y discapacidades que me quedaron”.

En rigor, Jésica perdió casi en su totalidad su audición, un sinnúmero de cicatrices, limitaciones de movilidad y un funcionamiento renal muy restringido. “Es muy difícil para mí, por ejemplo, conseguir un trabajo, no tanto por la audición sino por mis condiciones físicas, ya que me canso muchísimo”, puntualizó.

“Si me pongo a pensar en eso o si me hubiera frustrado por el tema de la maternidad (hoy es madre de Camila, después de gestarla en un vientre ajeno) o por no poder ir a danza como iba, me bajoneo y no vivo”, mencionó.

A su entender, “uno tiene que tratar de no mirar ese cuarto oscuro en el que estamos sino la ventana que está ahí para poder abrirla y permitir que entre la luz”.

Para Jésica, “todos tenemos cosas para agradecer y por las que luchar, sueños a conquistar”. En ocasiones, afirmó, “escucho a gente que se queja de que no se va a poder ir de vacaciones o lamentarse de que no va a poder mandar a sus hijos a la colonia este verano”.

“Tus hijos están sanos y son felices compartiendo en casa con vos: uno se distrae y no aprende a sacar lo bueno lo de vida”, reflexionó la concordiense.

Mirar las nubes

Por último – y como para graficar esa afirmación – Jésica contó que cuando estaba postrada en una cama, en los años de su larga y dolorosa recuperación, “me conformaba con tener la ventana cerca y ver un poquito las nubes”.

“Abrir la mente y el corazón: ser agradecidos por lo que tenemos porque cuánto más agradezcas, más cosas vamos a recibir”, cerró.

Fuente: Nada que Perder – LT 15