19 noviembre, 2018 12:22



EL INDEC, EL MACRISMO Y LA MENTIRA

Con personal contratado en negro por nación y falseando los datos de manera vergonzante.

Un cronista de esta página digital recibió en su domicilio a personal contratado por el gobierno nacional que le realizó la encuesta permanente de hogares para el INDEC.
Conversando con el funcionario público que lo entrevistaba y que le entregó previo a la encuesta la nota que ilustra esta entrevista, surgieron datos sorprendentes y alarmantes.
En primer lugar el funcionario le dejo en claro que trabaja en negro con un contrato que se renueva cada tanto y que lo obliga a emitir una factura mensual como monotributista en favor del gobierno nacional, metodología que es utilizada por los empleadores más inescrupulosos que se conocen en la plaza privada. Y que equivale lisa y llanamente a un fraude laboral, ya que de esa manera se evitan los aportes jubilatorios y sociales.
Pero para mayor asombro otro de los datos que surgió de la encuesta, ante la pregunta de si al menos trabajo una hora en esta semana, nuestro cronista respondió que Sí. pero  re preguntó obligadamente a qué se debía semejante pregunta y el encuestador sonrojado le respondió que según las nuevas metodologías de medición quien haya trabajado una hora en la semana sin otro requisito se convierte en una persona «ocupada» y por ende no es contabilizada en los índices de desocupación.
Lo cual horroriza la lógica y el sentido común porque evidentemente es una metodología que busca esconder Los reales índices de desocupación, la ocupación laboral  históricamente fue aquella que se encontraba registrada al menos parcialmente y que tiene una continuidad en el tiempo, jamás en este organismo se vio semejante atrocidad de entender ocupada a una persona que haya hecho una changa de cortar pasto por ejemplo de manera más que ocasional (una hora por semana)

Una metodología que remite a lo más oscuro de la historia universal, que permitió mediante el engaño el arribo al poder del NAZISMOS, y que en este país y en la actualidad permite que el gobierno nacional se sostenga, a partir de mentiras tan grandes e increíbles que el público en general parece crearlas. Popularmente repetida como «Miente Miente que algo quedará..»

Método cuya invención es falazmente adjudicada al Ministro de Propaganda Nazi, lo cual paradójicamemte nos es verdad. Ya que según Iván Almeida, Doctor en Filosofía y profesor Uniersitario de Dinamarca) los primeros rastros de la metodología se remontan al siglo I d.C. “En el capítulo 4º del libro I de sus Obras morales y de costumbres, Plutarco la atribuye a Medión de Larisa, un ambiguo personaje que cinco siglos antes había sido consejero de Alejandro Magno” quien: “Ordenaba a sus secuaces que sembraran confiadamente la calumnia, que mordieran con ella, diciéndoles que cuando la gente hubiera curado su llaga, siempre quedaría la cicatriz”.

La frase que describe el método reaparece en el siglo XVII, ya macerada como un conocido proverbio. Así lo confirma Roger Bacon en su obra latina De la dignidad y el desarrollo de la ciencia: “Como suele decirse de la calumnia: calumnien con audacia, siempre algo queda”.

Un siglo más adelante, Rousseau pone en boca de un “famoso delator” lo siguiente: “Por más grosera que sea una mentira, señores, no teman, no dejen de calumniar. Aun después de que el acusado la haya desmentido, ya se habrá hecho la llaga, y aunque sanase, siempre quedará la cicatriz”.

Finalmente, entrado el siglo XIX, Casimir Delavigne, en Les enfants d’Edouard, da otro aire a la frase que había atravesado toda nuestra era: “Mientras más increíble es una calumnia, más memoria tienen los tontos para recordarla”.

Lo anterior puede argumentar que Goebbels no fue el inventor de la frase, sino que el depositario de la tradición. Alguien que se sirvió de ella para describir una maniobra enemiga. Ya que en su artículo “De la fábrica de mentiras de Churchill” (1941) escribió: “Una vez proferida una mentira, (Churchill) sigue repitiéndola sin que nada ni nadie se lo pueda impedir, hasta que al final acaba él mismo creyéndola (…) El esencial secreto del liderazgo inglés no debe buscarse tanto en una inteligencia particularmente afilada sino, mucho más, en una estúpida y bochornosa tozudez. Los ingleses se rigen por el siguiente principio: ‘Cuando mientes, miente en grande y sobre todo persevera es la mentira’. Y así siguen mintiendo, aun a riesgo de volverse ridículos”.