12 agosto, 2019 09:27



Alberto Fernández quedó muy cerca de la presidencia y le dio un duro golpe al Gobierno

Golpe tremendo para el Gobierno, por la extensión territorial y por el volumen inesperado de la derrota. Capital enorme para Alberto Fernández y Cristina Kirchnerque pone una definición en primera vuelta a tiro de piedra. Con esa diferencia de quince puntos en las urnas, asoma sin demora un verdadero desafío sobre el largo recorrido de 77 días que separa este domingo de las PASO y el domingo 27 de octubre: el mensaje político del voto y las reacciones inmediatas del oficialismo tendrán impacto en la economía.

El escenario abierto ahora muestra un factor conocido y siempre inquietante –el cronograma electoral que impone este largo lapso entre primarias y elecciones generales- y la peor combinación que podía imaginar el Gobierno aún en sus hipótesis de derrota: a la diferencia de quince puntos, se agrega que el registro del Frente de Todos no sólo estuvo por encima de los 40 puntos sino también que escaló por arriba de los 45, línea tras lo cual se borran las chances de balotaje.

Los resultados colocan en zona remota la posibilidad de hilvanar apoyos por afuera del núcleo electoral sostenido ayer por el oficialismo, que araña un tercio del electorado, aún en la perspectiva de una mayor participación de electores, que además ayer estuvo en altos niveles. Al mismo tiempo, en espejo, fortalece el compromiso de los jefes territoriales peronistas –gobernadores e intendentes- con su fórmula presidencial. No por nada el agradecimiento a ellos fue expreso en el discurso con que Alberto Fernández cerró el domingo, perfilado como mensaje moderado que incluyó un llamado a la «tranquilidad» al parecer destinado a los «mercados».

Los reproches para rediscutir la campaña y la gestión daban paso entonces a la enorme preocupación por el reparto de facturas y sobre todo, a las señales que deberían ser dadas para enfrentar este larguísimo tramo hasta octubre. Dicho de otra manera: el tema no era ya sólo en quién descargar enojos ni tampoco qué medidas tomar para recomponer la imagen frente a un resultado adverso aunque tolerable.

La discusión pasó a ser más grave y densa, con un primer interrogante frente a lo que cualquiera ya calificaba como «desastre»: quiénes deberían ser los fusibles o tendrían que cargar el mayor peso para proteger de algún modo la figura presidencial.

Parece claro el alcance de la derrota con sólo mirar el mapa, y así lo hacían algunos dirigentes anoche mismo. Con esfuerzo, el macrismo lograba mantener su predominio porteño, con Horacio Rodríguez Larreta al frente y con menos margen que el soñado. La derrota bonaerense sacudía a Vidal. Córdoba anotaba un triunfo en otros de los cuatro grandes distritos, también más ajustado que el de los mejores pronósticos.

Los socios radicales del frente oficialista también eran alcanzados por la ola. Perdían en las tres provincias que gobiernan y que habían marcado los pocos triunfos anotados en la extensa sucesión de adelantos electorales: habían retenido la gobernación de Jujuy, se habían impuesto en las primarias de Mendoza y habían arrasado en las legislativas de Corrientes. Reivindicar éxitos locales frente al impacto de la derrota nacionalasomaría como un ejercicio menor y sin efecto hacia fuera.

Macri dijo ayer mismo que registraba el mensaje electoral. A eso se sumará, el mensaje global. No se trata ya de discutir el manejo de la campaña, el mensaje, su mayor o menor segmentación o la calidad y sentido de los spots. ¿Cerrar filas para no exponer debilidad mayor? ¿Escuchar el debate interno aún en ese contexto? ¿Asumir cargas en algunos asientos oficiales? Es parte central de lo que estará en juego a partir de estas horas. El recorrido que viene es largo, pero no da mucho margen de tiempo.