Y entre esos factores principales también asoma el calendario escolar. Cada año se traza un ciclo lectivo que intenta llegar a los 180 días de clases. Generalmente se hace hincapié en los paros docentes, pero el permanente adelantamiento de las vacaciones también impacta sobre ese objetivo fracasado. Y cada año ocurre que los días de clases rondan, en realidad, entre 150 y 160 días.
Muchas instituciones del nivel Secundario ya liberaron previo al pasado fin de semana a aquellos estudiantes que tienen todas sus materias aprobadas; y durante estos días esa situación se está generalizando hacia el resto de las escuelas.
Es decir que desde el viernes 29 de noviembre ya hay jóvenes que no asisten a las escuelas. El ciclo lectivo actual preveía para el 13 la finalización del tercer trimestre y del período de clases.
Más espacios
La decisión de adelantar los tiempos por parte de los directivos se basa en la necesidad de contar con más espacios para el período de recuperación de saberes, algo que evidentemente no se tuvo en cuenta a la hora de definir el calendario. En cinco días, entre el 16 al 20, deberían establecerse las mesas.
En tanto, en el nivel Primario muchas escuelas ya liberarán desde esta semana a los alumnos. Y comienzan a realizarse los actos de fin de año.
En la práctica, la finalización del dictado de clases colisiona contra las advertencias del Consejo General de Educación, que desde hace algunas semanas recordó la vigencia del calendario establecido por Resolución N° 4.950, del 23 de noviembre de 2018.
Detrás del propósito de que se cumplan los 180 días de clases se elaboran calendarios ajustados, pero que nunca se cumplen. En 2003 se estableció la obligatoriedad, por ley, de garantizar esa cantidad de días en todo el país. En 2010 –y durante el inicio del gobierno de Mauricio Macri con resoluciones– se instó como un nuevo desafío llegar a 190 días de clases.
Números negativos
Todas estas decisiones políticas se adoptaron en un escenario que muestra que Argentina es uno de los países con menos cantidad de jornadas escolares, tanto en Latinoamérica como en el mundo.
Sin embargo, ni aún en esa situación se logra garantizar ese piso del derecho básico a la educación de los niños y adolescentes.
La cantidad de días y horas de permanencia en las aulas sigue siendo baja, pese a que leyes nacionales impulsaron distintas propuestas pedagógicas para su ampliación.
En la Ley nacional Nº 26.026 de 2006, donde se establecía la obligatoriedad de los 180 días de clases, se había incorporado también la implementación de jornada escolar extendida, fundamentalmente en aquellas instituciones ubicadas en barrios de mayor vulnerabilidad. En ambos niveles –Primario y Secundario– la iniciativa era un ambicioso plan social y pedagógico destinado a ampliar conocimientos y saberes mediante nuevos talleres, como Computación, Arte, Inglés, Música y Deportes.
Los recortes y bajos presupuestos de los últimos cuatro años frenaron el ímpetu de las primeras de estas iniciativas.
La mencionada ley contemplaba un 30% en los primeros cuatro años, para alcanzar un 100% en forma progresiva. La meta sigue lejos de cumplirse, y a nivel nacional pasó del 5,5% al 13,9%, según los datos del Anuario Educativo de 2018.