13 agosto, 2021 12:16
Fitness, imaginería porno, arte culinario, todo mezclado. OnlyFans es una red social donde famosas y chicas de al lado comparten contenidos eróticos y aledaños con suscriptores, que son en su mayoría varones. El éxito que esta plataforma adquirió en el último año reaviva preguntas sobre la dimensión sexual del trabajo, en general, y del de las influencers, en particular. Y también abre discusiones sobre la precarización y la clandestinidad a las que se encuentra atado el trabajo sexual.
“No sos más vos, ahora sos una marca”. Ya sea que se lance como invitación o como amenaza, ésa es sin duda una de las grandes premisas del mundo de las plataformas. Incluso para quienes no se hayan planteado obtener dinero del uso de sus perfiles en redes ni acceder a la gloria de la vida en hoteles de canje.
En tiempos en los que el perfil vital y el laboral se fusionan irremediablemente, el avatar con el que cada unx de nosotrxs habita la web toma la forma de un producto que se debe tunear para gustar. Y alimentar para crecer. Y hasta se puede guardar en modo avión cuando se necesite un respiro, apenas un descanso para volver. ¿Si muestro más, me siguen más? ¿Ese “más” encuentra un límite en el desnudo descuidado? ¿O encuentra ahí un clímax? ¿El límite es moral? ¿O lo impone la censura semiautomática de cada plataforma? La popularización de OnlyFans, una red social que se basa en creadores de contenido -fundamentalmente erótico- y suscriptores que pagan una suma fija mensual por ver “un poco más”, habilita esas preguntas.
EL LOMO EN LA MESA
OnlyFans es una especie de streaming. En este caso, se trata de contenido personalizado, dirigido a usuarios, en su mayoría varones, que pagan por acceder a fotos y videos. Además, tiene un chat a través del cual se pueden pagar propinas. La idea original, según cuentan quienes lo inventaron, era que artistas y diseñadores publicaran ahí obras reservadas para sus fans a cambio de dinero y el sitio se quedara con el 20% de la transacción. Hoy la plataforma es famosa por su contenido porno y tiene más de 120 millones de usuarios. Solo el 10% de esas personas genera contenido. El resto, mira.
Pero, nudes más, nudes menos, ¿hay tanta diferencia entre lo que las creadoras -algunas, muy famosas- hacen en OnlyFans y lo que hacen en otras redes como Instagram? ¿No es también una forma de “labor sensual” todo ese esfuerzo de exhibición y creatividad al que nos empujan las plataformas? ¿Será que la dimensión corporal es parte del trabajo siempre que se ponga el lomo para poner algo en la mesa?
Margarita Martínez, Doctora en Ciencias Sociales especializada en nuevas tecnologías y subjetividades contemporáneas, responde a esas preguntas de este modo: “La monetización directa de algo que no se puede definir como prostitución, pero que a la vez supone la transacción sobre un flujo libidinal, como las fotos y videos que las usuarias suben a OnlyFans, nos obliga a discutir el rol de lo libidinal en todas nuestras transacciones en redes. No sólo eso: nos obliga a preguntarnos acerca de lo libidinal como motor de la popularidad, primero, y de la circulación de dinero, después”. Y agrega: “En este caso, además, quienes generan ingresos con OnlyFans muchas veces oponen estas ganancias a las que obtienen con sus trabajos habituales que nada tienen que ver con flujos libidinales. Y esos trabajos habituales quedan en notable desventaja. Cuando la explotación de la propia imagen sexualizada se coloca además como la ‘vía rápida’ para una vida mejor, lo que se produce es un cimbronazo sobre los vectores morales que todavía guían la vida de nuestras sociedades”, asegura Martínez.
ANDÁ A COBRARLE A MILEI
“Desde el sindicato conocemos la plataforma OnlyFans debido a que el año pasado, por la pandemia, muchas de nuestras compañeras y compañeros se volcaron a la virtualidad. OnlyFans ofreció una alternativa para poder seguir ejerciendo el trabajo sexual y vender contenido erótico”, dice Georgina Orellano, secretaria general de la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina.
Entre la virtudes de OnlyFans que enumera Orellano hay que apuntar la de no quedar expuesta a la violencia policial, “que deriva de que aun sigan vigentes artículos contravencionales que la habilitan”. Pero también hay desventajas, sobre todo en torno a “poder acceder al dinero que te depositan. Como el trabajo sexual no está reconocido, cuesta mucho la bancarización. Hemos tenido compañeras que han demandado asistencia a la organización para no perder el dinero en dólares que se les había depositado”. La queja más recurrente entre las creadoras de contenido de OnlyFans consultadas para esta nota es sin duda la de la dificultad de cobrar ese dinero. Aprender hacerlo, dicen, es casi como obtener “un Doctorado libertario”, que incluye varias instancias de malabares con criptomonedas y billeteras virtuales.
Otra de las ventajas que enumera Georgina es que “te permite no mostrar el rostro sino jugar un poco con eso, y la posibilidad de elegir a qué público querés que llegue tu contenido. También podés bloquear para que no se vea en Argentina, para que tu entorno no se entere. Hay compañeras que solamente muestran sus pies, otras que hacen contenido porno-feminista, otras que venden contenido poniéndole sus saberes, otras suman clases de yoga, o cocinan”. Es una manera nueva de ejercer el trabajo sexual que deja reflejada la amplitud del mercado “y también del disfrute, que siempre está asociado, en nuestra sociedad patriarcal, a la penetración, al goce masculino. Las trabajadoras sexuales venimos llevando a cabo hace muchos años la tarea de derribar ciertos prejuicios y mitos que hay alrededor de nuestra actividad. Hay mucho por hacer en tanto al reconocimiento del trabajo sexual y asegurar que los derechos de nuestras compañeras y compañeres que eligen esa modalidad no sigan siendo vulnerados, que puedan bancarizarse y puedan inscribirse en el monotributo sin ocultar su actividad, y puedan tener mecanismos estatales si por ejemplo sufren algún tipo de acoso virtual, algo que hoy en día es casi inexistente para nosotras”.
YO, CREADORA
Sofi Tramazaygues -Zzofih- tiene 27 años y es trabajadora sexual, youtuber, columnista en el programa Minas de fierro -del El Destape-. Tiene un canal que creció mucho durante la pandemia mientras aportaba información relevante para trabajadoras sexuales. A través de sus redes difunde temas relacionados con el activismo pero también habla de su vida cotidiana, cuenta anécdotas de la ciudad de Rauch, donde vivió muchos años, opina sobre lo que hace la trappera Cazzu y otras celebrities en OnlyFans. Puede también mostrarse jugando un torneo de videojuegos, hacer paneos de su casa, subir un video en el que su pareja la maquilla. Un popurrí: “Voy y vengo de lo virtual a lo analógico, pero hay muchísima gente que no conecta el trabajo sexual con OnlyFans o plataformas similares. La prostituta sigue siendo una mujer parada en la esquina”.
¿Te sentís más segura en una plataforma?
-¿Segura en cuánto a qué? ¿En qué sentido? Es otro panorama… La virtualidad te da otras herramientas, te manejás de otra forma, es otro juego. Hasta es otra sexualidad que la que se puede producir en un encuentro con otro cuerpo. El trabajo sexual en la virtualidad se parece más a la experiencia que la gente tiene en Instagram, por ejemplo. Solo que acá subís otro tipo de contenido. Pero incluso en Instagram hay mucha gente que sube contenido que podría perfectamente ir a OnlyFans. Cazzu no subía fotos explícitas a OnlyFans, por ejemplo, y le fue muy bien. Y hay mucha gente que sube las mismas fotos provocativas a Instagram y no hay diferencia.
¿Cómo fue tu recorrido: trabajaste en la calle y luego en OnlyFans?
-Empecé hace unos 5 años y arranqué como “trabajadora sexual clásica, modalidad Internet”: así le llamábamos a las que generamos los encuentros a través de las redes pero después nos encontrábamos en la vida. Trabajé así hasta ahora, no dejé ninguna. Cuando vos empezás a abrir más kioscos, empezás a ajustar la tarifa. Calculás: “esto me lleva tanto tiempo, entonces, ¿cuánto se puede cobrar un encuentro? ¿A cuántas suscripciones equivale?”. También tengo un canal de Youtube. Las redes se retroalimentan una a la otra. Producís un capital simbólico que va a empezar a cotizar en el mercado sexual. Es lo mismo por lo que llaman a un influencer a hacer un canje. Es un laburo de redes. No dejé ninguna de las modalidades anteriores. Lo que acompaña es el cambio de paradigma del mercado sexual en general, que es un desafío para las militancias también. Para los esquemas sindicales este trabajo virtual es todo un desafío. El que cambió todo el esquema fue Duki.
¿Qué tiene que ver Duki con OnlyFans?
-Duki es el que hace el cambio con los traperos. ¿Esperó a que venga una discográfica? Fue Sony internacional y él le dijo que no. Se fue a abrir su sello. Me refiero a Duki como una forma de trabajar. Terminás siendo vos tu propia marca. Ni siquiera es que van a seguir a tu productora: te van a seguir a vos, subiendo cosas de tu vida cotidiana.
¿Dirías que OnlyFans hace tambalear las fronteras de lo que es trabajo sexual y lo que no? ¿O que por lo menos suaviza estigmas?
-Yo no sé hasta dónde llega la definición de trabajo sexual realmente. Hay mucha gente que está en OnlyFans que no se considera trabajadora sexual. Hay trabajadoras sexuales con marco teórico sobre políticas públicas y leyes, y otras que no, que simplemente trabajan. Cazzu tiene un OnlyFans y, que yo sepa, no se considera trabajadora sexual. Al fin y al cabo se trata de diferentes redes donde podés trabajar y conseguir plata, pero hay un montón de formas, hay otras redes menos conocidas que por ahí otras trabajadoras sexuales las encuentran y te dicen: “che, acá en Groenlandia están pidiendo 30 fotos nudes, de personas tatuadas, con luz artificial”. Y las madás y recibís dólares. Pero tenés que saber manejarte en Internet, tenés que tener todo un acervo previo, un grupo articulado que te vaya pasando data, contactos. Eso también tal vez hace más grande la brecha entre las que tienen todas esas herramientas y las que no.
Hay cierta creencia generalizada de que en OnlyFans te llueven dólares…
-Lo mismo pasa con Twitch: al material que le va bien es ese que tiene determinada calidad, determinada cámara, equipos, tiempo, plata para producción. Con los contenidos sexuales lo mismo: tiene que estar bueno, y tiene que haber alguna originalidad en tu propuesta. Mi propuesta es muy deforme: soy trabajadora sexual pero también aparezco jugando videojuegos. Tenés que hacer tu marca. Y tenés que saber que si sos trabajadora sexual, se te van a cortar otras cosas: no está bueno ni para las marcas ni para nadie, nadie quiere una puta cerca. Entonces partís con otros parámetros, si te reconocés como trabajadora sexual, vas a tener que dejar de lado la imagen de «buena mujer». Vas a estar en la vidriera para ser juzgada constantemente.
MI JEFA ES UNA APP
A pesar de su vaguedad, el término «creador/a» está siendo adoptado como sinónimo de una nueva categoría de redes sociales que se presentan como diseñadas para apoyar a quienes producen contenido. Mientras las plataformas de publicidad -Facebook, Twitter- se benefician de los datos y la atención de lxs usuarixs sin dar demasiado a cambio, plataformas como OnlyFans prometen una mayor participación de valor para lxs usuarixs a través de lo que llaman “monetización directa”. Si la palabra «influencer» pone el acento en el efecto magnético que provoca una persona sobre sus seguidores, la palabra «creador» se refiere a que todas las personas que publican en las redes están produciendo algo, contribuyendo a un esfuerzo colectivo para hacer que las plataformas sean más rentables.
La «economía de los creadores», con OnlyFans como emblema, da la impresión de darles más agencia a las usuarias. En vez de tratar de ganarle a los algoritmos, las creadoras contarían con un ingreso un poco más estable que proviene de un público que se han ganado y que apoya lo que hacen. Por eso se habla de un modelo con una interacción más humana. Pero el tono emprendedurista es el mismo a la hora de atraer tanto posibles conductores de Uber como creadoras de contenido en OnlyFans: todxs producen dinero para la plataforma que lxs aloja sin recibir por ejemplo protecciones legales y financieras.
“Los vectores sociales morales siguen vigentes, y la mirada social se teme”, dice Margarita Martínez. “Quienes se dedican a monetizar sus imágenes sexuales precisan apoyar sus argumentos para hacerlo en otra cosa además de un posible placer que pudieran encontrar en hacerlo. El discurso ‘emprendedurista’ se convierte en un discurso justificatorio que en el fondo cuestiona una idea moderna del trabajo: que el dinero ganado debía costar esfuerzo, tiempo y sacrificio”, explica Martínez. Entonces, más allá de que les resulte realmente lucrativo, las creadoras de plataformas de este tipo destacan constantemente que es un trabajo sin jerarquías, sin jefes, sin selección de personal, más que las direcciones que marque el mercado del deseo. Dice Martínez: “lo que las creadoras están afirmando todo el tiempo es que es un trabajo igual de ‘digno’ que otros pero con menos costos para llegar a él. Lo que se cuestiona es todo el esquema laboral moderno. Por eso la lucha que se sobreentiende en estos argumentos es por la dignidad de esta actividad. Dignidad que nadie debería poder cuestionar cuando se dice que con eso,por ejemplo, se sostiene un hogar”.